Cuando los escapularios
vinieron a ser una divisa de guerra
por el p. Guillermo Furlong, S J ***
En la víspera de la
batalla de Tucumán, acudió al pie de los altares y eligió a Nuestra Señora de
las Mercedes por patrona de su ejército, pidiéndola fervorosamente que
intercediera con el Dios de los ejércitos, y le gobernara en la batalla que iba
a librar. Este acto público de acendrada religiosidad tuvo lugar poco antes de
la batalla, y así es que pudo escribir
Belgrano, poco después de librado el combate: “La patria puede gloriarse de la
completa victoria que han obtenido sus armas, el día veinte y cuatro del
corriente, día de Nuestra Señora de las Mercedes, bajo cuya protección nos
pusimos…”
La batalla de
Tucumán, una de las más gloriosas y heroicas del ejército argentino, fue
librada el día 24 de septiembre de 1812. Aunque la inferioridad de Belgrano era
manifiesta, fue suplida a fuerza de heroísmo y de audacia. Se luchó
denodadamente durante todo el día, hasta que Tristán se dio a la fuga, dejando
en el campo de batalla más de cuatrocientos muertos, tres banderas, un
estandarte y todos los bagajes. Parte del ejército patriota siguió en
persecución de los enemigos, parte quedó en el “Campo de las Carreras” y lo
restante, al mando de Belgrano, se dirigió a la ciudad, con el objeto de
manifestar públicamente su agradecimiento a la Santísima Virgen.
“La divisón de
vanguardia – escribe Mitre- llegó a Tucumán en momentos que una procesión
cruzaba las calles de la ciudad, llevando en triunfo la Imagen de Nuestra Señora de
Mercedes… A caballo y llena de polvo del camino se incorporó la División de vanguardia a
la procesión, la que siguiendo su marcha, desembocó al campo de batalla, húmedo
aún con la sangre de las víctimas. El general se coloca entonces al pie de las
andas que descienden hasta su nivel, y desprendiéndose de su bastón de mando,
lo coloca en las manos de la
Imagen ; y las andas vuelven a levantarse en procesión
continúa majestuosamente su camino. Este acto tan sencillo como inesperado,
produjo una impresión profunda en aquel concurso poseído de sentimientos
piadosos y aun los espíritus fuertes (?) se sintieron conmovidos”.
En la “Historia de
los Premios Militares”, publicada por el Ministerio de Guerra, se halla la
reseña de una curiosa medalla de origen desconocido, según los compiladores de
la mencionada obra, pero que el erudito Padre Antonio Larrouy atribuye al
general Belgrano quien, por su cuenta, la hizo acuñar en la Casa de la Moneda. Es , escribe Larrouy,
“un nuevo testimonio de su indefectible gratitud a su Protectora”.
Anverso:
Bajo la protección
de
Nuestra Señora de
Mercedes
Generala del
Ejército
En el campo:
Victoria – del 24 de
- Septiembre – de
1812
Reverso:
Tucumán – Sepulcro
– de la – Tiranía
En el Canto: Viva
la religión, la patria
y la unión.
En 1821, escribía,
y no sin fundamento, fray Cayetano Rodríguez estas hermosas líneas:
“¿En qué país no ha
resonado la fama de su piedad religiosa con que tributaba al cielo el homenaje
de su gratitud, reconociéndolo en sus militares encuentros por autor único de
sus triunfos, y besando la mano que lo humillaba en sus desgracias? ¿Con qué
confianza, con qué ternura libraba en las manos de la Reina de los Ángeles el
feliz éxito de sus empresas y cuán sensibles pruebas le dio esta Divina Madre
de su protección y amparo, en los apurados lances en que se vio comprometido su
honor, e indecisa la suerte de la
América del Sur?”.
No se contentó el
general Belgrano con proclamar a la
Virgen por patrona del ejército, antes de la batalla, con
entregar personalmente su bastón de mando en manos de la venerada imagen, y con
hacer acuñar la hermosa medalla conmemorativa de aquel señalado triunfo. “Antes
de ponerse en marcha para Jujuy –continúa el historiador Mitre- mandó hacer
funerales por los muertos, a los que asistió personalmente con todo su Estado
Mayor, enseñando prácticamente, que los odios no deben pasar más allá del
sepulcro, a la vez que consolidaba la opinión de religiosidad que iba
adquiriendo su ejército”.
Como complemento de
lo que acabamos de decir, trasladaremos a continuación algunas interesantísimas
noticias que consigna el general Paz en sus tan celebradas “Memorias”: “Las
monjas de Buenos Aires –escribe el célebre soldado cordobés- a cuya noticia
llegaron estos actos de devoción, los celebraron mucho y quisieron hacer una
manifestación al ejército, mandando obsequiosamente un cargamento de cuatro mil
pares de escapularios de la
Merced , los que se distribuyeron en esta forma:
“Cuando se trató de
mover el ejército para buscar el enemigo en Salta, se hizo por cuerpos, los que
después se reunieron en tiempo y oportunidad. Luego que el batallón o
regimiento salía de su cuartel, se le conducía a la calle en que está situado
el templo de la Merced. En
su atrio estaba ya preparada una mesa vestida, con la imagen, a cuyo frente
formaba el cuerpo que iba a emprender la marcha; entonces sacaban muchos
cientos de escapularios, en bandejas, que se distribuían a jefes, oficiales y
tropa, los que colocaban sobre el uniforme y divisas militares”.
“Es admirable que
estos escapularios se conservasen intactos, después de cien leguas de marcha,
en la estación lluviosa, y nada es tan cierto, como el que en la acción de
Salta, sin precedente orden y sólo por un convenio tácito y general, los escapularios vinieron a ser una
divisa de guerra: si alguno los había perdido, tuvo buen cuidado de
ponerse otros, porque hubiera sido peligroso andar sin ellos”.
*** Furlong,
Guillermo: Belgrano, el Santo de la
espada y de la pluma. Bs. As, Club de Lectores, 1974, pp. 38-43.